La vuelta a la defensa colectiva en Europa ha provocado, como era de esperar, una revitalización de la alianza de la OTAN. No solo Finlandia y Suecia están llamando a la puerta de la OTAN, sino que la huella militar de la alianza en el este de Europa ha aumentado tras la brutal guerra de Rusia contra Ucrania. Washington ha reforzado ciertamente su presencia militar en Europa, y está haciendo considerables esfuerzos para ayudar a Ucrania. Sin embargo, la realidad es que EEUU no quiere que su legítima atención a China se vea frustrada por la guerra en Europa. Para la OTAN, esto significa necesariamente centrarse en las tareas principales de la Alianza, pero ¿dónde deja esto a la UE? ¿Acaso la Unión, más que la OTAN, está ahora en situación de “muerte cerebral”? En las últimas semanas, los europeos han hecho gala de una mezcla de resultados en cuanto a la superación de las dependencias energéticas o la producción de reservas propias de equipo militar. Washington parece, una vez más, el único actor que puede defender a Europa de forma realista. Sin embargo, los informes sobre la muerte de la autonomía estratégica de la UE son quizá muy exagerados. No se puede afirmar que una Unión más fuerte signifique una OTAN más fuerte, si no se aplica igualmente a la inversa. La renovación de la Alianza consiste más bien en una reorientación de las mentes europeas, de la que la UE forma parte y, en algunas áreas, lidera. Puede que en el futuro reciba otros nombres, pero la autonomía ha llegado para quedarse, sobre todo porque significa que los europeos hacen más por su propia defensa, incluso cuando no quieren hacerlo.
Politica Exterior, 2022